Cuando el Pecado se Hace el
Muerto .
¿Has visto a una zarigüeya
escapando de un depredador? Este animal se defiende como pocos--se hace
el muerto. Al verse amenazado se tira al suelo, cierra los ojos, alarga
las patas, saca la lengua y se queda quieto. Así, parece muerto--e
inofensivo. Pero cuando el peligro pasa, se levanta y escapa. Uno
casi puede oír como se ríe mientras escapa.
Fingirse muerto resulta un medio
efectivo de supervivencia para las zarigüeyas, pero no sólo ellas practican
esta estrategia. Nuestros pecados hacen lo mismo, especialmente
cuando enfrentan el peligro de extinción; ellos se fingen muertos para
escapar. Tú puedes pensar que has mortificado algún pecado particular,
pero muchas veces aunque se aquieta y parece que se retiró, todavía tiene vida
y resurgirá en un momento propicio.
Todos hemos sido engañados por la
sutileza del pecado, ¿no es cierto? ¿Cuántas veces te has convencido que
venciste un pecado sólo para después sufrir una violenta recaída? ¿Cómo
sucede esto y cómo se puede evitar?
John MacArthur nos da una lista
de lo que no es mortificar el
pecado. Yo quiero expandir esa lista hablando de lo que debemos hacer
cuando el pecado se hace el muerto. ¿Cómo saber si has mortificado
exitosamente algún pecado particular? Para eso compartiré lo que he aprendido
de John MacArthur y John Owen sobre lo
que no es mortificar el pecado.
Mortificar
el pecado no es encubrirlo
Tú puedes fingir victoria sobre
el pecado encubriéndolo. Puedes engañar a tus amigos, familia, pastores y
aun a ti mismo (Jer. 17.9). Pero esconderlo no es mortificarlo, y tú
cosecharás lo que siembres (Gal. 6.7). Poner pintura sobre el pecado como
se cubre de graffiti una pared no es mortificación sino hipocresía.
Proverbios 28.13 dice “el que oculta su pecado no prosperará, pero el que lo
confiesa y se aparta alcanzará misericordia.”
En lugar de esconder tus pecados,
confiésalos y apártate. Así es como se mortifica el pecado (Juan
1.9). Encubrir tu pecado esconde el problema de la mirada de otros pero
no resuelve nada. El pecado no muere en esas condiciones, más bien se
acrecienta; pero el que lo confiesa y se aparta alcanzará misericordia.
No te engañes. Acán
escondió su pecado y silenció su conciencia hasta que fue demasiado
tarde. Es más, él dejo que el engaño del pecado entrara en su propia casa
(Josué 7.21) y su falsedad le costó su vida y la de su familia (vv.
24.25). No encubras tu pecado, mortifícalo.
Mortificar
el pecado no es internalizarlo
Si reprimes tu lengua, tu cuerpo,
tus manos, tus ojos o tus oídos para no pecar, no te equivoques pensando que lo
has mortificado. Evitar el acto es parte del proceso, pero contener el
cuerpo no es lo mismo que guardar el corazón (Pro. 4.23). Los actos
pecaminosos son impulsados por actitudes pecaminosas (Sant. 4.1-2) y tienes que
matar los dos.
Algunos se imaginan que evitar la
actividad pecaminosa es lo mismo que derrotar el pecado, aunque continúen
contemplando y rumiando los placeres del pecado en su mente. John
MacArthur dice:
Talvez tú razones: “no me voy a
entretener viendo cosas inmorales y provocativas” y dejas de hacerlo.
Pero si permites que las imágenes vividas y la experiencia de esas
escenas se metan de nuevo en tu mente y revivan el placer del pecado una y otra
vez, eso no es matar el pecado.
Mortificar
el pecado no es abandonar un pecado y tolerar otros
No te imagines que has vencido el
pecado sólo porque abandonas un pecado notorio mientras toleras otros.
Recuerda que aun la más mínima trasgresión de la santa ley de Dios es
suficiente culpa y ofensa para enviarte al infierno (Rom. 6.22). ¿Qué
bien puede venir de intercambiar la concupiscencia de los ojos por la
concupiscencia de la carne o la vanagloria de la vida? La
concupiscencia no ha muerto, sólo ha cambiado forma. Eso sería como dejar
de beber agua envenenada por otra con menos veneno--el resultado es el
mismo. Igualmente, dejar la inmoralidad sexual mientras toleras la
codicia y la avaricia es inútil y te pone en mayor riesgo de que tu corazón se
endurezca con el engaño del pecado (Heb. 3.13).
¿Recuerdas cómo Simón el mago
parecía haber abandonado sus artes engañosas en Hechos 8? El tiempo, sin
embargo, reveló que su arrepentimiento era falso. Él parecía haber dejado atrás
su brujería y adivinaciones, pero su ambición pecaminosa estaba bien
viva. Cuando ese pecado escondido se manifestó, Pedro le dijo:
No tienes tú parte ni suerte en
este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues,
de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de
tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás
(Hechos 8:21-23).
No te pongas a seleccionar los
pecados que quieres abandonar para luego imaginarte que has progresado
espiritualmente. Intercambiar pecados es simplemente preferir una cloaca
por la otra.
Mortificar
no es reprimir el pecado
Hay gente mundana que reprime su pecado con alcohol o drogas buscando olvidar y escapar de la realidad. Hay cristianos que buscan suprimir su culpa con películas, música o entretenimiento mundano esperando con ello eclipsar la miseria que el pecado les produce. Si eso no les funciona buscan consejeros profesionales para que eleven su autoestima y les ayuden a manejar su culpa.
Hay gente mundana que reprime su pecado con alcohol o drogas buscando olvidar y escapar de la realidad. Hay cristianos que buscan suprimir su culpa con películas, música o entretenimiento mundano esperando con ello eclipsar la miseria que el pecado les produce. Si eso no les funciona buscan consejeros profesionales para que eleven su autoestima y les ayuden a manejar su culpa.
La gente parece ser muy perezosa,
casi indiferente cuando se trata de contender contra el pecado. Aun el
pensamiento de pelear contra la tentación les fatiga. Por eso, en lugar
de pelear la batalla contra el pecado procuran reprimirlo en el trabajo, en el
gimnasio o en algunos casos, lamentablemente, en el ministerio--lo que sea con
tal de no enfrentarse directamente al enemigo. Pero eso no es mortificar
el pecado.
Mientras callé, se envejecieron
mis huesos En mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí
tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano (Salmo 32:3-4).
Esta confesión vino de David, un
hombre que era conforme al corazón de Dios; pero aun él tuvo que reconocer el
engaño y la miseria del pecado. Por un tiempo pudo suprimir su
culpa hasta que Dios vino y expuso su pecado con el fin de liberarlo (2 Sam.
12.13). David mató a sus miles en la batalla, pero el pecado dentro de su
corazón logró engañarlo y doblegarlo
Mortificar
el pecado no es disfrutar victorias ocasionales
Voy a dejar que John Owen nos
hable sobre este punto:
Las conquistas ocasionales sobre
el pecado no cuentan como mortificación. Cuando una persona enfrenta una
repentina consecuencia dolorosa a causa del pecado, ya sea por un escándalo o
una tragedia, puede ser que conmocionado por ello sienta que el pecado ha
muerto y reaccione contra él con tanto celo como lo hicieron los corintios (2
Cor. 7.11). Mientras la concupiscencia esté adormecida, quizás se olvide del
pecado por un tiempo pero éste, como un ladrón se agazapa temporalmente listo
para volver a atacar de nuevo.
Así, cuando un pecador enfrenta
la aflicción de una calamidad o cuando su pecado es expuesto públicamente, él
se propone no volver a hacerlo de nuevo y podría parecer que el pecado se ha
ido, pero sólo está escondido esperado el momento propicio para regresar de
nuevo.
Mortificar
el pecado no es acallar tu conciencia
Parte del proceso de mortificar
tu pecado es resolver el problema de la culpa. Hasta que tu conciencia
esté quieta y completamente apaciguada el pecado estará vivo y activo. Si
quieres realmente conocer las áreas de tu vida donde el pecado opera, escucha
tu conciencia. La conciencia, es como un radar en un navío de guerra que
puede detectar la presencia del enemigo escondido bajo la superficie en lugares
que no son visibles. Ignorar la presencia del enemigo es precipitarse
hacia la muerte. Si quieres matar el pecado no ignores tu
conciencia. Infórmala con las verdades bíblicas para que funcione
correctamente inundando tu alma con conocimiento como la luz del sol trae
claridad a un cuarto oscuro cuando se abren las ventanas.
Vivimos en una cultura que nos
aconseja huir de la culpa y acallar nuestra conciencia. Pero así como no
es sabio para un soldado deshacerse de su escudo en la guerra, no es sabio
ignorar tu conciencia. El dolor físico te avisa cuando algo está mal con
tu cuerpo; la culpa te dice algo está mal con tu alma. Escucha tu
conciencia cristiano. Si acallas el aguijón de tu conciencia no estarás
matando el pecado--te estarás acomodando a él.
Así que la próxima vez que tu
pecado caiga delante de ti cerrando sus ojos, sacando la lengua y aparentado
estar muerto, no guardes la espada. Revisa los puntos que hemos cubierto,
examina tu corazón y asegúrate que con el poder del Espíritu Santo cumples con
la importante tarea de mortificar por completo tu pecado.
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